REFLEXIONES


En la educación actual se han producido cambios metodológicos que pretenden favorecer el autoaprendizaje. La docencia ya no se centra en la enseñanza, sino en el aprendizaje, y el protagonismo pasa del profesor al alumno. El alumno debe ser el artífice de su propio aprendizaje y el profesor abandona el rol de transmisor de conocimientos para convertirse en el dinamizador de este proceso. Dejan de ser prioritarios los conocimientos acumulados para que lo importante sean las capacidades que tiene el alumno, sus competencias. Los alumnos deben convertirse en personas autónomas que puedan superar partes del proceso de aprendizaje sin la presencia constante del profesor como único suministrador de conocimientos.
 La idea que subyace debajo de todas estas transformaciones consiste en asumir los cambios cada vez más acelerados en los conocimientos, las tecnologías, las costumbres y gustos sociales, etc., de forma que lo que hoy es válido, en pocos años resultará obsoleto o inadecuado. Si en su proceso de formación un estudiante sólo se limita a adquirir unos conocimientos que le son transmitidos (organizados, resumidos, facilitados, etc.) por un profesor, probablemente tenga dificultades para adaptarse por sí solo a los cambios en su posterior vida profesional. Por lo tanto lo prioritario no será transmitir conocimientos sino favorecer el desarrollo en los estudiantes de una serie de capacidades que les permitan autogestionar su aprendizaje y les faciliten una innovación continuada de conocimientos a lo largo de su vida profesional. Hay que favorecer que en su futuro profesional nuestros alumnos tengan recursos para acceder de forma autónoma a los conocimientos que en cada momento les puedan hacer falta, adaptándose a los cambios que se suceden con el paso del tiempo. Estamos hablando de la adquisición de competencias por parte del alumno. De este modo los profesores ya no tendremos como principal función enseñar conocimientos, sino enseñar a aprender.
Enseñar a aprender puede resultarnos una tarea extremadamente difícil porque, en la gran mayoría de los casos, nuestra experiencia vital como alumnos se desarrolló siguiendo los procedimientos tradicionales de transmisión de conocimientos que ahora intentamos sustituir. Por ello la única forma de llevar a buen puerto esta dificultad es a través de la investigación docente: debemos reflexionar, estudiar otras experiencias, experimentar nuevos procesos y examinar su validez. Esta situación, que parece un poco desamparada así enunciada, puede transformarse en una oportunidad y resultar una fortaleza en el desempeño de nuestro cometido: nosotros, los docentes, estamos aprendiendo a enseñar a aprender, y no se nos transmiten los procedimientos establecidos para lograrlo, sino que debemos autogestionar también nuestro aprendizaje. Estamos practicando lo que esperamos que lleguen a conseguir nuestros alumnos. Esta es la gran ventaja y la oportunidad que vivimos en este momento como docentes. Y, ¿cómo aprendemos a enseñar a aprender? pensando, probando y reflexionando sobre los resultados. Las memorias, los artículos, las comunicaciones de congresos son oportunidades para reflexionar sobre la validez del trabajo realizado. De aquí obtenemos ya la primera exigencia del proceso del aprendizaje autónomo: la reflexión sobre el propio trabajo.
 Los profesores debemos conseguir que los alumnos sean capaces de aprender de forma autónoma. No se pueden encargar trabajos o pedir a los alumnos que se preparen un tema por su cuenta sin hacer un seguimiento adecuado, porque el resultado sería que los que ya tengan capacidad de aprender autónomamente, cumplirían con el encargo, y los que no tienen esa habilidad, además de obtener resultados negativos y frustrantes, seguirían sin haber mejorado su capacidad de gestionar el propio aprendizaje de forma autónoma. Además, frente a unos resultados negativos finales, el profesor sería incapaz de saber si el problema está en la falta de capacidad para aprender de forma autónoma, en la falta de dedicación y trabajo, en una base de conocimientos previos muy deficiente, etc. El profesor no tendría información y no podría ofrecer la adecuada retroalimentación al alumno para ayudarle a mejorar.
Por tanto, es evidente que las actividades que los alumnos realicen de forma autónoma deben ser guiadas y supervisadas por el profesor para poder intervenir en el momento del proceso en el que se detecten problemas. Para que el alumno pueda adquirir conocimientos de forma autónoma, debe trabajar de forma guiada: para conseguir un determinado objetivo de aprendizaje, el profesor diseña una actividad concreta. El alumno tendrá un margen de movimiento en su respuesta, pero siempre dentro de unos límites preestablecidos. Sin embargo, a la vez, debemos garantizar que adquiere unas habilidades que le permitirán ir desarrollando esas actividades con un grado de autonomía creciente. La forma de conseguirlo consiste en exigir al alumno que desarrolle un proceso de reflexión para que sea consciente de su propia forma de aprender.
 Se presentan en esta comunicación una serie de experiencias con las que se pretende dar respuesta a estos aspectos. Los objetivos perseguidos con su implantación son los siguientes:
− Establecer herramientas metodológicas que ayuden a conseguir autonomía en el autoaprendizaje.
 − Favorecer una reflexión crítica del alumno sobre el desarrollo del trabajo propio.
− Proporcionar al profesorado información sobre el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje en sus fases intermedias, de manera que puedan detectarse de forma concreta las causas que lleven a resultados insatisfactorios.
 − Obtener información que pueda utilizarse para mejorar planteamientos futuros de las asignaturas.
También nosotros los facilitadores debemos buscar las estrategias que nos ayuden a favorecer el aprendizaje colaborativo el cual es de gran importancia puesto que  favorece el que los jóvenes aprendan entre ellos mismos mediante la retroalimentación  que surge ante diversas situaciones que se le plantean las cuales al debatirse los pone a reflexionar y finalmente concluir y adquirir un conocimiento mas claro que el que podrían adquirir algunos de ellos al actuar de manera aislada.
En la educación tradicionalista la evaluación además de ser sumativa y heterogénea es decir  realizada por el docente solamente, hoy en día ya no solamente se lleva a cabo la evaluación de tipo heterogénea, sino  que además de conservarse esta han adquirido relevancia las coevaluaciones y las autoevaluaciones y son estas las que ponen a reflexionar al estudiante cuando se da cuenta que  algunas veces no ha adquirido el conocimiento, por lo cual se verá motivado a eliminar esta debilidad y transformarla en fortaleza mediante la adquisición de habilidades y destrezas en pocas palabras adquirir las competencias necesarias para lograrlo. Es este tipo de evaluación el que más contribuye el proceso de enseñanza- aprendizaje, ya que es el que forma al estudiante.

Las herramientas tecnológicas hoy en día juegan un papel muy importante para lograr el cometido que se pretende en la educación, pues no se puede estar en desventaja en el manejo de estas como está sucediendo en la actualidad donde el docente muchas veces  esta en desventaja con los estudiantes. 

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